La fórmula para el éxito
Al igual que la fórmula para el fracaso, la fórmula para el éxito es fácil de seguir:
Unas pocas disciplinas sencillas practicadas diariamente.
Ahora, he aquí una pregunta interesante que vale la pena ponderar: ¿Cómo podemos cambiar los errores en la fórmula para el fracaso por las disciplinas requeridas en la fórmula para el éxito? La respuesta es: haciendo que el futuro sea una parte importante de nuestra filosofía actual.
Tanto el éxito como el fracaso conllevan consecuencias futuras; es decir, las recompensas inevitables o el arrepentimiento ineludible que son el resultado de las actividades del pasado. Si esto es cierto, ¿por qué no hay más personas que tomen el tiempo necesario para ponderar el futuro? La respuesta es sencilla: están tan cautivados por el momento presente que el futuro no parece importar. Los problemas y las recompensas de hoy son tan absorbentes para algunos seres humanos que no se detienen durante el tiempo necesario para pensar en el mañana.
Pero, ¿qué sucedería si desarrolláramos una nueva disciplina que nos hiciera tomar unos pocos minutos cada día para imaginar lo que nos espera en el futuro? Podríamos, entonces, prever las consecuencias inminentes de nuestra conducta actual. Armados con esta información valiosa, podríamos dar los pasos necesarios para cambiar nuestros errores por nuevas disciplinas orientadas hacia el éxito. En otras palabras, al disciplinarnos para imaginarnos el futuro, podríamos cambiar nuestra manera de pensar, enmendar nuestros errores y desarrollar nuevos hábitos para reemplazar los viejos.
Unas pocas disciplinas sencillas practicadas todos los días.
Una de las cosas atractivas de la fórmula para el éxito es que los resultados son casi inmediatos. Conforme cambiamos voluntariamente los errores diarios por disciplinas diarias, experimentamos resultados positivos al cabo de un corto período de tiempo. Al cambiar nuestra dieta, al cabo de pocas semanas nuestra salud ha mejorado notablemente. Al comenzar a hacer ejercicios, sentimos nueva vitalidad casi inmediatamente. Al comenzar a leer nos damos cuenta de un nuevo nivel de confianza y seguridad en nosotros mismos. Cualquier disciplina que comencemos a practicar diariamente producirá resultados emocionantes que nos impulsarán a mejorar aún más en el desarrollo de nuevas disciplinas.
La verdadera magia de nuevas disciplinas es que estas nos llevarán a cambiar nuestra manera de pensar. Si hoy comenzáramos a leer los libros, mantener un planificador, asistir a las clases y escuchar y observar más, hoy sería el primer día de una vida mejor que nos encaminaría a un futuro mejor. Si hoy comenzáramos a trabajar con más ahínco en todas nuestras actividades y a hacer un esfuerzo consciente y continuo por cambiar los errores sutiles pero perniciosos por disciplinas positivas y remuneratorias, nunca más tendríamos que conformarnos con una simple existencia -no sería posible después de haber probado los frutos de una vida substancial-.
Hay quienes nos quieren hacer creer que no necesitamos las disciplinas para poder cambiar nuestras vidas – que lo único que necesita la persona es un poquito de motivación. Pero la «motivación» no es lo que hace que personas cambien sus vidas. Para cambiar una vida primero tenemos que cambiar nuestros hábitos en el proceso para pensar. Un tonto que se motiva no es más que un tonto motivado.
Para cambiar lo que somos a lo que deseamos ser, tenemos que comenzar con esos pocos fundamentos que afectan la manera de la que pensamos. Podemos cambiar enormemente el curso de nuestras vidas, invirtiendo más tiempo y haciendo un esfuerzo consciente mayor para refinar nuestra filosofía personal.
Lo emocionante es que no tenemos que cambiar mucho para que los resultados obtenidos nos cambien rápidamente.
Las disciplinas tienen tendencia a multiplicarse.
Todas las disciplinas se afectan unas a las otras. Cada disciplina afecta no solamente a la disciplina que ya hemos comenzado a practicar, sino a las disciplinas que vamos a adoptar próximamente. Todo afecta a todo lo demás. Algunas cosas nos afectan más que otras, pero todo lo que hacemos afecta a todo lo otro que hacemos. No creer en esto es ingenuidad. De aquí pueden provenir esos pequeños errores sutiles –no comprender el efecto que nuestros errores, repetidos durante un período prolongado de tiempo, ejercen en nuestras vidas-.
Existe una tendencia en todos nosotros que nos permite continuar en una acción carente de disciplina. Nos decimos: «Solamente me permitiré esta debilidad en esta área». Pero este tipo de razonamiento es el principio de un proceso de decepción contra nosotros mismos, ya que cada acción sin disciplina tiene tendencia a abrir el paso a otras interrupciones en la cadena de la autodisciplina. La licencia que nos damos para desviarnos, aunque sea momentáneamente, de los parámetros de nuestra fuerza de voluntad, establece una tendencia sutil y, con el transcurso del tiempo, indudablemente sufriremos la degradación de otras disciplinas que nos hayamos impuesto.
Ya que cada disciplina afecta todas las otras, tenemos que cuidar de todas ellas. No podemos permitirnos la indulgencia de ningún error repetido uno y otro día. Recuerde, cada permiso que nos demos para continuar cometiendo un error, afecta a todos nuestros buenos hábitos y esto, con el tiempo, afecta a nuestros logros futuros.
Pero hay un lado positivo: cada disciplina nueva afecta a todas nuestras otras disciplinas. Cada nueva disciplina que nos impongamos afectará positivamente al resto de nuestro desempeño personal.
La clave es continuar buscando disciplinas pequeñas que nos demos cuenta que refinan nuestro razonamiento, enmiendan nuestros errores y mejoran nuestros resultados. Tenemos que continuar buscando hasta el más insignificante de esos errores de juicio que podrían convertirse en una disciplina nueva. Una vez que se inicia el ciclo de disciplinas, nuestros errores sentirán el efecto y, al retirarse, dejarán a su paso recompensas tangibles.
El éxito y la felicidad son fáciles de alcanzar.
Todas las acciones que se requieren para el éxito y la felicidad son bastante fáciles, si las hacemos una a una. El cambio del error a la disciplina es fácil, y también lo es pasar del fracaso al éxito. Es fácil porque lo podemos hacer y siempre es fácil hacer lo que tenemos capacidad para hacer. Es posible que tengamos que trabajar arduamente en la parte de la ecuación que corresponde a la disciplina diaria, pero ejercitar nuestros talentos para abrazar el éxito y sus recompensas, es muy fácil.
Pero si es tan fácil, ¿por qué no hay más entre nosotros que lo hagan? Porque aunque es fácil hacer lo que se requiere para el éxito y la felicidad, también es fácil no hacerlo.
Los peligros de la inconsciencia.
Aquello que es fácil hacer también es fácil no hacerlo. La razón principal por la cual a las personas no les va tan bien como deben y pueden, puede explicarse en una palabra: inconsciencia.
No es falta de dinero, los bancos están llenos de dinero. No es falta de oportunidad, hay oportunidades increíbles y abundantes, más de las que se hayan visto en país alguno durante seis mil años de historia documentada. No es la falta de libros, las bibliotecas están llenas de libros… ¡y son gratis! No son las escuelas, las aulas están llenas de buenos maestros. Tenemos… todo lo que pudiéramos necesitar para convertirnos en personas de éxito, con una situación económica desahogada, una vida agradable y lo tenemos a nuestro alcance. La razón principal por la cual muy pocos aprovechan las ventajas que tenemos es, sencillamente, la inconsciencia.
Muchos de nosotros hemos oído la expresión «Una manzana al día evita las visitas a la enfermería». Podemos debatir la validez de este dicho, pero ¿y si fuera cierto? Si con una acción sencilla -esa disciplina tan sencilla- pudiéramos ser más sanos y estar más alerta durante nuestras vidas, ¿no tendría sentido y no sería fácil comernos la manzana todos los días?
Suponiendo que esta cita sea cierta, ¿por qué no comemos una manzana al día -todos los días– para conservar nuestra salud? Si es tan fácil y esta disciplina conlleva una recompensa tan importante, ¿por qué no lo hacemos? Porque las cosas que son fáciles de hacer también son fáciles de no hacerlas. El fracaso es así de sutil. El fracaso es, en gran parte, una consecuencia de la inconsciencia. Dejamos de hacer las cosas pequeñas que debemos hacer y esta licencia, aparentemente insignificante, se transfiere a esas cosas que son importantes que hagamos. Una negligencia insignificante tiende a convertirse en una omisión de calibre después de cierto tiempo.
El abandono es parecido a una infección. Si no se controla, se extiende por todo nuestro sistema de disciplinas y finalmente lleva al desmoronamiento de una vida humana con posibilidades de ser próspera y feliz.
El no hacer lo que sabemos que debemos hacer nos hace sentir culpables y la culpabilidad lleva a la erosión de la confianza en nosotros mismos. Conforme disminuye esta seguridad, disminuye nuestro nivel de actividad. Conforme disminuye nuestro nivel de actividad, inevitablemente se resienten nuestros resultados.
Conforme sufren nuestros resultados, nuestra actitud comienza a debilitarse. Conforme nuestra actitud gira de lo positivo a lo negativo, la confianza en nosotros mismos disminuye todavía más… y sigue… y sigue… el ciclo. El no hacer las cosas que podemos y debemos hacer, resulta en la creación de una espiral negativa, que una vez que comienza es difícil de detener.
Aprende a escuchar la voz correcta.
¿Por qué estamos inclinados a hacer, con tanta frecuencia, las cosas que son las menos importantes y tan reacios a hacer las cosas esenciales que exigen el éxito y la felicidad? ¿De dónde proviene esa voz que nos dice en un susurro “Deja que todo siga su curso”? “¿Por qué te preocupas de toda esa tontería de la disciplina?”
Es la voz de la «negatividad», una voz que se ha fortalecido más y más durante los últimos años como resultado de la proximidad con las influencias perjudiciales, produciendo pensamientos perjudiciales, desarrollando filosofías perjudiciales y tomando decisiones perjudiciales.
Parte de la solución para silenciar esta voz de la «negatividad» es escuchar las voces calladas del éxito que residen dentro de cada uno de nosotros. La voz del éxito está en lucha continua tratando de sobreponerse a los ruidosos consejos de la voz del fracaso.
Nuestra libertad personal nos permite escoger la voz que queremos seguir. Cada vez que claudicamos ante la voz de la penumbra en la vida y nos dejamos persuadir para que repitamos los errores, en vez de aprender nuevas disciplinas, se fortalece la voz de la «negatividad». Por el contrario, cada vez que escuchamos las instancias de la voz del éxito y permitimos que nos persuada de que apaguemos la televisión y abramos un libro, que abramos nuestro planificador y escribamos nuestros pensamientos o que usemos un momento tranquilo para ponderar hacia dónde nos llevan nuestras acciones actuales, la voz del éxito responde a estas disciplinas nuevas y día a día aumentan en fuerza y volumen.
Nunca podremos eliminar totalmente la voz del fracaso que existe dentro de nosotros. Siempre estará presente, urgiéndonos a que pensemos, sintamos y actuemos de una forma que es contraria a nuestros intereses óptimos. Sin embargo, podemos silenciar de manera efectiva esta influencia destructiva, por medio del desarrollo de una filosofía sólida y una actitud positiva para la vida y para nuestro futuro.
Es fácil crear una filosofía nueva. Es fácil tomar decisiones nuevas y mejores. Todo lo digno de valor y de recompensa que hemos mencionado en este capítulo es fácil de hacer, pero el desafío principal -lo que nos puede dejar con céntimos en vez de fortunas y con baratijas en vez de tesoros- es que es igualmente fácil no hacerlo.
Tenemos que mantenernos atentos a las diferencias sutiles que existen entre el éxito y el fracaso y protegernos constantemente de las voces internas que nos pueden hacer repetir errores costosos, en vez de desarrollar disciplinas nuevas.
Cada uno de nosotros debe tomar una decisión consciente de tratar de alcanzar una vida buena por medio del refinamiento de nuestras ideas y del examen cuidadoso de las consecuencias que puede acarrear la acumulación de nuestros errores.
No podemos permitirnos pensar que los errores no importan. Sí importan. No podemos permitirnos suponer que la falta de disciplina en un área pequeña de nuestras vidas no va a causar diferencia. Sí la causa. Y no podemos permitirnos creer que podemos obtener todo lo que queremos tener y convertirnos en todo lo que deseamos ser sin hacer cambios en la manera de cómo pensamos de la vida. Tenemos que hacerlos.
El viaje hacia la vida buena comienza con un cometido serio de cambiar cualquier aspecto de nuestra filosofía actual que pueda interponerse entre nosotros y nuestros sueños. El resto de las piezas del rompecabezas de la vida tiene poco valor si no hemos resuelto firmemente hacer algo con esta pieza del rompecabezas.
Todo está a nuestro alcance si leemos los libros, mantenemos un planificador personal, practicamos las disciplinas y libramos una nueva y vigorosa batalla contra el abandono. Estas son algunas de las actividades fundamentales que llevan no solamente al desarrollo de una filosofía nueva, sino a una vida nueva llena de felicidad y de logros. Cada actividad nueva y positiva debilita el dominio del fracaso y nos guía cada vez más hacia el destino que hemos escogido. Cada paso nuevo y disciplinado en dirección al éxito fortalece nuestra postura filosófica y aumenta nuestras posibilidades de lograr una vida bien equilibrada. Sin embargo, el primer paso hacia este logro meritorio implica ser el jefe de nuestra nave y el capitán de nuestra alma por medio del desarrollo de una filosofía personal sólida.
El tiempo.
El problema con esperar hasta mañana es que cuando finalmente llega, ese día se llama HOY. El Hoy es el Ayer de mañana. La pregunta es ¿qué hicimos con la oportunidad que se nos presentaba? Con demasiada frecuencia desperdiciamos el mañana al igual que desperdiciamos el ayer, y como estamos desperdiciando el hoy.
Todo lo que deberíamos haber hecho puede fácilmente remitirnos, a pesar de nuestras intenciones, al punto en el que finalmente descubrimos que las cosas que podrían haber ocurrido se han escurrido entre nuestras manos, desperdiciando un día a la vez. Cada uno de nosotros debería con cierta frecuencia ponerse a pensar que el reloj sigue corriendo.
El mismo reloj que comenzó su tic-tac en el momento que nacimos hasta el momento en que algún día moriremos. El tiempo es el gran igualador de la humanidad. Se lleva lo mejor y lo peor de cada uno sin importar de lo que se trate. El tiempo te ofrece oportunidades pero también te demanda un sentido de urgencia.
Cuando finalmente el juego de la vida concluye, no hay una segunda oportunidad para corregir nuestros errores. El reloj que se está llevando los momentos de nuestras vidas no se preocupa de los ganadores ni de los perdedores. No se preocupa de quién tiene éxito o de quién fracasa. No le interesan las excusas, la justicia o la igualdad. Lo único que importa es cómo jugamos el juego.
Sin importar la edad actual de una persona, hay un sentido de urgencia que debe conducirla a la acción ahora –en este preciso momento-. Deberíamos ser permanentemente conscientes del valor de cada uno de los momentos de nuestra vida -momentos que parecen tan insignificantes que su pérdida con frecuencia pasa desapercibida-.
Todavía tenemos el tiempo a nuestro favor. Todavía tenemos muchas alternativas, muchas oportunidades, muchos años para demostrar lo que podemos lograr. Para la mayoría de nosotros habrá un mañana, una próxima semana, un próximo mes y un próximo año. Pero a menos que nosotros desarrollemos un sentido de urgencia, esas breves ventanas de tiempo serán lamentablemente desperdiciadas, como lo fueron las semanas y meses y años que las precedieron.
¡No hay un suministro sin fin! Así que, mientras piensas en tus sueños y metas sobre tu futuro, empieza HOY a tomar acción dando esos primeros pasos tan importantes para que esos sueños se hagan realidad.
El tiempo es un río que se apresura irreversiblemente hacia el océano.
El tiempo es la agridulce memoria del ayer, la pujante y vital realidad del presente, y la apasionada anticipación del mañana.
El tiempo es un canto rodando montaña abajo hacia el valle del futuro.
El tiempo es una nave espacial precipitándose hacia la aventura entre las estrellas.
Imagina que has heredado dinero suficiente como para disfrutar de independencia financiera. ¿De qué manera cambiaría eso tu vida? ¿Cómo afectaría a tu carrera profesional? ¿Y a tu familia? ¿Al concepto de ti mismo? ¿De qué manera modificaría la forma en la que pasas cada día?
Quizás tú, al igual que mucha otra gente, no hayas conseguido darte cuenta de que recibes cada día como un regalo que representa el potencial de un golpe de suerte financiero en tu vida. Ese regalo, son veinticuatro horas de tiempo que puedes invertir de la forma que elijas, ya sea en beneficio, ya en placer.
Tu suministro de tiempo es igual al asignado al más rico magnate, al artista más popular o al individuo más eficaz. Dado que el tiempo es perecedero, no puede ser ahorrado o almacenado. Ya lo uses de forma productiva y juiciosa, o lo malgastes tontamente, se consume cada día.
La organización eficaz del tiempo no facilita tiempo adicional pero produce múltiples beneficios ayudándote a darte cuenta del tiempo que ahora malgastas de manera que puedas usarlo de forma más efectiva. Cuando obtengas continuo control de tus propios hábitos en el uso del tiempo, podrás muy bien conseguir realizar en un día la cantidad de trabajo que ahora realizas a lo largo de un día y medio o dos.
La dimensión del tiempo.
Desde el principio de la historia el concepto del tiempo ha estado unido al concepto total del universo. El tiempo ha sido también reconocido como un factor esencial de la vida. La descripción bíblica de la creación, al igual que las tradiciones de numerosos pueblos, describen una progresión ordenada del tiempo para el desarrollo del universo y el mundo tal cual los conocemos. Los científicos e historiadores que han estudiado el pasado del universo físico y la vida humana, reconocen la importancia del tiempo como un factor de crecimiento, desarrollo y logro.
Las primeras tentativas de medir el tiempo se refirieron todas ellas al movimiento de los cuerpos celestes y sus relaciones con la tierra. Naturalmente la división del tiempo en día y noche es inmediatamente obvia, pero mucho antes del comienzo de la historia conocida, el hombre había observado las fases periódicas de la luna y usaba este segmento del tiempo como medición de periodos más largos que el simple día.
También perdido en la antigüedad se encuentra el reconocimiento de las estaciones periódicas y la consecuente fijación del año como medida básica del tiempo. Muchos pueblos antiguos señalaban como lapsos de la vida de los individuos el número de inviernos o veranos transcurridos.
A medida que los pueblos aprendieron a convivir juntos en comunidades de cooperación y apoyo, reconocieron la necesidad de una medición aún más minuciosa del tiempo. El día de veinticuatro horas se hizo realidad y aún permanece como una forma tradicional. La medición de la hora dependía inicialmente de los cuerpos celestes con el dial del sol sirviendo como instrumento para indicar el paso del tiempo.
Más tarde una medición más precisa del tiempo se basó en el flujo de arena a través de relojes de cristal que podían usarse tanto en días soleados o nublados, como durante la oscuridad de la noche. Relojes de pared o muñeca son invenciones relativamente recientes que se remontan no más allá del siglo octavo, pero constituyen ahora una parte importante de la vida de cada día.
La preocupación histórica por el paso del tiempo es una indicación de su continua importancia como factor determinante en el desarrollo y éxito de los individuos.
El tiempo se emplea en una variedad de formas como medición del progreso. Si usas tu tiempo de forma provechosa, puedes volver la vista atrás al desarrollo y logros del pasado con satisfacción, mirar al futuro con la emoción de lograr nuevas metas, y al mismo tiempo vivir con pleno regocijo el presente.
Mucha gente malgasta un tiempo valioso añorando los «buenos tiempos pasados» o matando el tiempo por un nebuloso punto en el futuro, y se olvidan de vivir el presente. Hoy, es el único tiempo disponible para saborear las emocionantes actividades que pueden acercarte al logro de tus metas. Las experiencias de ayer sin embargo ofrecen importantes lecciones para vivir con pleno éxito hoy, y el futuro ofrece la promesa de desarrollo y éxito apasionante. Ambos son importantes porque el presente no puede traer satisfacción a menos que tu perspectiva de ambos, el pasado y el presente, haya sido claramente enfocada.
El objetivo más importante de la organización del tiempo es vivir una vida plena y satisfactoria en el presente absorbiendo las lecciones del ayer y mirando con interés las esperanzas del mañana.
Benjamín Franklin manifestó en una ocasión: «El tiempo es oro”. Tu capital de tiempo consiste en las veinticuatro horas que tiene cada día. Puedes gastarlo o invertirlo de la misma manera que haces con el dinero, pero no puedes atesorarlo para un uso posterior. Usado productivamente, el tiempo literalmente se convierte en dinero. Si puedes identificar y usar cada día sesenta minutos que ahora malgastas, sumarás el equivalente a todo un mes de ocho horas a tu tiempo productivo cada año. Eso es un décimo tercer mes de ingresos en productividad y potencial cada año.
El tiempo también sirve para mantener la medición de tu progreso. Esto es particularmente evidente en los deportes. La medición del tiempo es un factor importante en toda clase de acontecimientos deportivos, incluso en carreras de coches o caballos. En deportes de equipo como baloncesto o fútbol, el tiempo es un factor vital del juego. En fin, el tiempo es la medida de los récords.
El tiempo es también un factor importante en el mundo del proceso productivo: la facturación alcanzada en un período de tiempo dado o el logro de diferentes niveles de ventas; los tipos de interés y los periodos de tiempo afectados a la hora de firmar una hipoteca para comprar una casa o un crédito para adquirir un automóvil, afectan a todo el mundo. La medición del tiempo es importante para tus actividades en todas las áreas de la vida.
Tal como manifestó el conocido experto en gestión directiva Peter E. Drucker: «El tiempo es el recurso más escaso y a menos que sea debidamente administrado, ninguna otra cosa podrá ser gestionada».
¿Quién controla tu tiempo?
Naturalmente, nos gustaría decir, «yo controlo mi propio tiempo». Pero demasiado a menudo tu tiempo es, en un sentido muy real, manipulado por otros: tu jefe, los colegas y subordinados con los que trabajas, tu familia, y toda clase de gente que requiere una parte de tu tiempo.
Aunque las demandas y solicitudes de otros juegan un papel importante en determinar la forma en que tú empleas tu tiempo, es literalmente verdad que eres tú quien puede controlar tu propio tiempo. O bien lo controlas tomando una decisión responsable acerca de lo que harás o -fracasando a la hora de tomar esa decisión- con falta total de ingenio cede el control de tu tiempo y tu vida a algún otro.
Cuando fracasas a la hora de aceptar responsabilidad en el control de tu propio tiempo, siempre habrá alguien más a tu alrededor deseoso de hacerse cargo del mismo. Si no eres capaz de organizar tu propio tiempo por propia iniciativa, el jefe se ve forzado a dictar tu patrón de trabajo. Si no puedes fijar tus propias prioridades y elegir las actividades, las quejas que los demás ejercerán sobre ti, se harán cargo de tu tiempo y tu vida.
Reflexiona ahora sobre el número de veces que alguien te dice: ¿Tienes un minuto? Desafortunadamente suele llevar invariablemente más de un minuto responder a una pregunta, ofrecer información o charlar sobre asuntos intranscendentes. Para cuando un grupo de gente te haya «pedido un minuto» te darás cuenta de que media mañana se ha esfumado sin haber acabado ninguno de tus asuntos prioritarios porque te has permitido dedicar un minuto a los demás.
Cuando dejas que otros controlen tu tiempo, establezcan tus prioridades y dicten tus actividades, recuerda que lo harán de acuerdo con sus propias prioridades, necesidades y metas, sin considerar lo mucho que te respeten o te quieran. Nadie más puede entender tus necesidades y metas mejor que tú. Consecuentemente las necesidades de ellos son las que dictan las decisiones que toman y las actividades que les apremian.
Otro importante factor que ejerce un fuerte control sobre tu tiempo es el condicionamiento que ha ido conformando lo que eres hoy. A lo largo del proceso de crecimiento has encontrado muchas actitudes e influencias sobre el uso del tiempo. Algunas de ellas fueron consecuencia de la repetición frecuente por parte de gente que tú amabas y respetabas. Estas actitudes e influencias sobre el tiempo, junto a tus reacciones y decisiones sobre las mismas, formaron las bases de los hábitos y las actitudes que ahora mantienes respecto al tiempo. Es una tendencia común someterse y adaptarse a las actitudes e influencias de otros a fin de ser aceptados o aprobados. Pero para cuando descubras que tales adaptaciones realmente tienen muy poco que ver con el cariño o la aceptación de esos otros, el hábito estará ya arraigado y será difícil cambiarlo. ¡Pero no imposible!
Recuerda por unos minutos algunas de las afirmaciones respecto al tiempo que escuchabas en tu infancia. Quizás algunas de ellas sean parecidas a estas:
Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Más vale tarde que nunca.
Vísteme despacio que tengo prisa. La dilación es un ladrón del tiempo.
El valor del tiempo
El tiempo representa el primer recurso disponible para lograr lo que deseas en la vida. Talentos y habilidades son inútiles si careces de tiempo para usarlos. Los conocimientos y capacidades que adquieres en la escuela y a través del estudio personal no harán nada por ti a menos que dediques tiempo en ponerlos a trabajar. El dinero que inviertes nunca producirá beneficios hasta que pase el tiempo necesario para ello.
Pregúntate, ¿cuánto vale el tiempo? Al final de esta lección, en el Plan de Acción hay un ejercicio llamado ¿Cuánto Vale tu Tiempo? Muestra cuál es el valor de cada hora de trabajo sobre la base de tus ingresos actuales. Examina ese ejercicio y determina cuál es el valor de una hora. Utiliza este simple elemento de medición para evaluar las diferentes actividades que realizas durante el día. ¿Valen lo que realmente te cuestan?
Cuando sepas cuánto vale tu tiempo, será más fácil sentirse cómodo a la hora de delegar en otras personas tareas carentes de importancia o de escaso valor. Es de falsa economía cortar el césped uno mismo para ahorrarse el coste de pagar a alguien para que lo haga.
Naturalmente, si la jardinería es tu hobby favorito, segar el césped puede representar un valor superior al mero mantenimiento. De la misma manera, es de falsa economía trasladarse en tu coche por negocios a una docena de sitios y pagar cada mes grandes cuentas por el uso de tu valioso tiempo y de los gastos del vehículo, para ahorrarse el coste de un mensajero.
Muchas de las relaciones familiares y sociales que cultivas serán recompensadas de forma tangible en un momento posterior. Directivos y otros profesionales comparten ideas e información valiosas mediante contactos sociales. Los vendedores saben que parte de sus más valiosos clientes surgen a través de un amigo o un asociado que llega a convertirse en un centro de influencia y les ofrece la referencia de gente que puede estar interesada en adquirir tus productos o servicios. Incluso más significativos son los beneficios personales e intangibles de ofrecerte tú y tu tiempo a los demás. La dedicación de compartir, cuidar o ayudar a otros que pueden beneficiarse de tu experiencia y amistad a menudo te afecta a ti, el donante, más profundamente que a aquellos que reciben el don de tu tiempo. El desarrollo que experimentas de esa participación es incalculable.
Ningún hombre es una isla en sí mismo;
Cada persona es un trozo de tierra, una parte de un todo;
Si un promontorio fuera barrido por el mar, Europa sería como un puñado de arena.
Como si del mejor amigo se tratara, o de una posesión se hablara.
La muerte humana me preocupa porque soy un ser comprometido.
Y por lo tanto nunca quiero saber por quién doblan las campanas, tañidos de dolor.
Ofrécete a los demás desinteresadamente, pero nunca te vendas barato. Invertir tu tiempo en asociaciones que carezcan de significado para ti o para otros, sería malgastar tu valioso tiempo. Si trabajas para causas o proyectos remotos y ajenos a tus intereses o necesidades, reducirás el tiempo disponible para el trabajo pleno de significado y fructíferas asociaciones.
Una vez que hayas comprobado el ejercicio ¿Cuánto Vale tu Tiempo?, averigua el valor de una hora del mismo, usa los formularios facilitados en el Plan de Acción al final de esta lección para elaborar una lista de las tareas que realizas en tu quehacer diario y que consideras más valiosas, las que te reportan más beneficios. Posteriormente lista aquellas actividades que te ofrecen los más importantes beneficios intangibles en forma de relaciones plenas de significado. A continuación haz una lista de aquellas actividades que solo producen beneficios reducidos y contribuyen de forma escasa, excepto en frustración. Finalmente pasa algún tiempo considerando los beneficios y recompensas que alcanzarás a medida que comiences a controlar más y más tu tiempo.
Una vez identificadas las actividades que te proporcionan mayores beneficios, comienza a elaborar un Plan de Acción para incluirlas en las tareas de cada día y, por otra parte, establece estrategias para reducir aquellas de bajo valor productivo. Las siguientes lecciones sugieren diferentes técnicas para controlar tu propio tiempo y tu propia vida. Cuando controlas tu propio tiempo y tu vida, ya nunca más serás una débil barquichuela a merced del viento y las olas, sino un poderoso transatlántico trazando el curso hacia donde desees.
Ya no vagarás por un árido desierto inseguro de tu destino, sino que te encaminarás con plena confianza a través de una clara ruta planeada hacia el destino elegido.
Ya no serás una marioneta danzando cuando los demás manipulan las cuerdas, sino un actor destacado en el drama de tu propia vida.
Resumen y afirmación
El tiempo es un don inapreciable que puedo usar para el placer y provecho. Su don es el mismo que el que recibe cualquier persona rica, poderosa o influyente. No puedo almacenarlo, pero puedo usarlo todos los días.
AFIRMACIÓN
Uso mi don inapreciable de tiempo de forma juiciosa para mi placer y provecho.
El tiempo es una parte integral de la vida que te vincula con todo el universo. El crecimiento siempre se halla vinculado al tiempo.
AFIRMACIÓN
Experimento desarrollo y progreso en cada área de mi vida, todos los días.
El tiempo es una medición del progreso. Algunas preguntas a considerar acerca de metas son: ¿Cuándo? ¿Cuánto? ¿Con qué frecuencia?
AFIRMACIÓN
Fijo fechas límite para alcanzar mis metas y planifico mis actividades para asegurarme que alcanzo mis metas en las fechas establecidas.
El tiempo siempre está controlado. Si renuncio al derecho de controlar mi tiempo, otros se harán cargo de esa función. Las actitudes del pasado condicionan mis respuestas, pero puedo formar nuevas actitudes si así lo deseo.
AFIRMACIÓN
Asumo responsabilidades para el control y el uso de mi tiempo.
Cuando sepa lo que vale mi tiempo, podré elegir mejores alternativas acerca de cómo invertir el capital de mi tiempo.
AFIRMACIÓN
Poseo una planificación definitiva de mi tiempo y sigo dicho plan, porque sé que cada hora de mi tiempo de trabajo me cuesta _____Euros.