
«La actitud lo es todo»
Esta es una bonita frase, pero ¿realmente nos la creemos?
Estamos en una realidad tan cambiante, con unos cambios tan rápidos, que las empresas de reclutamiento ya casi se rigen a la hora de seleccionar por una característica personal: la flexibilidad.
Las empresas son conscientes de que deben desarrollar acciones encaminadas a retener el talento y dedican cada vez más recursos a formar, adiestrar y proporcionar herramientas para que los colaboradores puedan estar al día en sus conocimientos y habilidades, tan necesarias para seguir siendo valiosos.
Cada día son más los empresarios que están apostando por invertir en bienestar laboral, en un intento de emular la estrategia de las organizaciones más valiosas del mundo, como Google. Parece evidente que las personas que trabajan en una oficina con toboganes son más productivas.
Y es que el talento, el bienestar, la flexibilidad y tantas otras cosas son tan decisivos en el éxito de una empresa como insuficientes.
El secreto siempre está en el equilibrio entre el talento y la actitud, entre la visión y la acción. Si dedicamos muchos recursos a mantener el talento (saber y poder), pero no tenemos una estrategia para alinearlo con actitud (querer) es muy difícil que la producción (hacer) esté a la altura de los objetivos.
¿Se entiende esto?
En realidad no es muy difícil de entender, pero sí bastante complicado de implementar; por eso mismo, al final lo más habitual es realizar acciones inconexas pero con muy buenas intenciones y posiblemente es mejor que nada, pero es agotador invertir para recoger resultados menos optimistas que las previsiones.
¿Cómo se encaja todo esto para que los resultados sean tan buenos como el propósito de la empresa?

- Definir la visión, que sea ambiciosa, que se pueda explicar y escribir, pero que sea razonable.
- Practicar el reclutamiento de los mejores candidatos y el mantenimiento del talento a través de la formación continua y el entrenamiento de nuevas habilidades.
- Desarrollar la actitud
Los tres puntos son inseparables e imprescindibles. Al segundo se le presta atención porque sería imposible llevar la empresa adelante sin las personas. Al primero se le da una importancia relativa, hay muchas empresas que no tienen una visión y por tanto no tienen objetivos ni un plan de acción. Al tercer punto no se le dedica nada de atención porque no se puede hacer nada con algo que no se sabe manejar.
«La actitud es un hábito del pensamiento y como tal se puede cambiar»
Sin una actitud positiva y proactiva será infructuoso cualquier intento de mejorar la productividad y los resultados más allá del factor suerte o las circunstancias favorables del mercado.
¿Qué es mejor?: ¿tener colaboradores que entienden el propósito de la empresa y trabajan con iniciativa propia para mejorar los resultados previstos? o ¿tener personas con buena formación y habilidades, más o menos activas pero que no saben exactamente que se espera de ellas? o ¿tener trabajadores prescindibles e inactivos que sólo hacen estrictamente su trabajo cuando se sienten vigilados?
¿Cuál es la responsabilidad del empresario en todo esto?
¿Por qué no se suele hacer un programa efectivo para desarrollar la actitud?
Porque la actitud es todo ¿verdad?
Pablo Romeo. Director ejecutivo de smileconsultores.com